BUFF® Entre Refugios - Trekking del Salvaguardia
3 días de ruta en el corazón de los Pirineos
¿Qué es BUFF® Entre Refugios?
BUFF® Entre Refugios recorre una zona privilegiada del Pirineo, el Parque Natural Posets-Maladeta, que alberga las dos cumbres más altas de toda la cordillera: el Aneto (3.404m) y el Posets (3.369m). Un paisaje espectacular de roca, ibones glaciares, prados alpinos y bosques de pino negro, que se puede explorar en diferentes etapas, adaptando la intensidad del recorrido y combinándolo con ascensiones a estos dos gigantes, así como a otras cimas de sus alrededores.
Esta serie de rutas, también conocidas como "El trekking del Pirineo", siguen el trazado del GR 11, junto con algunas de sus variantes (GR 11.2 y GR 11.5), y aprovechan la red de refugios gestionados por la Federación Aragonesa de Montañismo, garantizando así una experiencia cómoda y accesible en el corazón del Pirineo. Estos recorridos ofrecen la oportunidad de conectar con la naturaleza y disfrutar de paisajes impresionantes.
Nuestra elección: Trekking del Salvaguardia
Dentro de las múltiples opciones que ofrece BUFF® Entre Refugios, elegimos el Trekking del Salvaguardia. Esta ruta de tres o cuatros días, según nuestras preferencias, no presenta una dificultad excesiva, lo que la convierte en una excelente opción para aquellos que quieran descubrir este entorno, pero sin enfrentarse a una ruta demasiado técnica. La belleza de sus paisajes y la oportunidad de explorar nuevos rincones del Pirineo hicieron de esta experiencia algo memorable, en este artículo os lo explicamos.
Día 1
Llanos del Hospital - Refuge de Vénasque
Después del larguísimo trayecto de coche hasta el inicio de nuestra aventura, salimos del parquin de Llanos del Hospital con las energías altas y muchas ganas de disfrutar. Los primeros quilómetros, más agradecidos, van siguiendo el fondo del valle, pero antes de llegar a la Besurta remontamos hacia la el norte, con una subida muy tiesa y exigente. Las zonas de roca se combinan con las de hierba y, poco a poco, vamos ganando vistas sobre todo el macizo del Aneto y las Maladetas. Simplemente espectacular.
Un poco antes de llegar al collado nos desviamos para coronar el Salvaguardia, pico que da nombre a la ruta. ¡Acabamos de empezar y ya nos hemos llevado nuestra primera cima, genial! Se trata de una esvelta pirámide de roca en la que tendremos que sortear algunos pasos técnicos con cadenas que no presentan mayor dificultad. En poco menos de media hora, estamos en la cima de este increíble mirador, desde el que podemos apreciar claramente el ya mencionado Aneto y sus picos colindantes, así como también la zona del Perdiguero, el Posets al fondo y toda la vertiente francesa. Paramos a disfrutar de estas vistas un rato, pero las nuevas no son muy esperanzadoras así que bajamos de nuevo al Portillón de Benasque.
Desde aquí, un inicio de bajada muy tieso, que enseguida suaviza, nos adentra en la vertiente del Luchonais. A pesar de la niebla densa que cubre el ambiente, enseguida llegamos al Refugio de Vénasque, donde pasaremos nuestra primera noche rodeados de franceses cansados y un equipo espléndido que gestiona este refugio de corte moderno. No será hasta la siguiente mañana que podremos apreciar las vistas de este bonito rincón del Pirineo, donde ya se empieza a apreciar la influencia atlántica: más frío y más humedad.
Día 2
Refuge de Vénasque - Artiga de Lin
Bajamos de buena mañana, como quien no quiere la cosa, hasta el Hospice de France. Sin darnos cuenta, estamos a tan solo 1.400 metros sobre el nivel del mar. La temperatura sube, y a nosotros ahora también nos toca recuperar los 800 metros de desnivel que acabamos de bajar. El bosque de hayedos rápidamente deja de hacernos compañía y el sol, implacable, no nos perdonará hasta llegar al Còth de Lunfèrn. Otra subida dura, posiblemente la que se nos hace más dura de toda la ruta, ya que son 1.000 metros de desnivel muy marcados, con poquísimas sombras y a una altitud a la que el sol pega fuerte. El paisaje, sin embargo, no nos deja indiferentes, y los prados alpinos, con el río haciendo siempre de hilo conductor, van dejando lugar a las formaciones caprichosas de las rocas. Una vez en el collado, toca bajar de nuevo.
Entramos en la Val d’Aran, territorio de esquí, pero también de valles verdes, ríos profundos y una cultura local muy arraigada. Poco a poco, vamos deshaciendo los paisajes de subida, ahora las rocas dejan lugar a los prados y los prados al bosque, hasta que, de repente, se abre frente a nosotros el llano d’era Artiga de Lin. Los guardas nos invitan rápidamente a hacernos una ducha —será que empezamos a oler un poco mal—, y nosotros la aceptamos encantados. La tarde transcurre tranquila, admirando la carismática forma del Còth deth Hòro, grabando algunos vídeos para el canal de You Tube y pensando qué vamos a hacer el próximo día. Una idea empieza a darnos vueltas dentro de la cabeza… ¿podríamos tachar un 3.000 más de la lista aprovechando la ocasión? Más allá de las listas, la idea de subir al Molières, espléndido mirador de la zona, justa opuesto al Salvaguardia, se nos hace cada vez más atractiva. Sobre el mapa, parece viable coger el valle de Pois y, desde ahí, subir al pico.
Además, podremos aprovechar para apreciar las vistas al imponente Malh des Pois desde bien cerquita. El guarda nos anima a probarlo, nos comenta que es factible y, además, nos da doble ración de estofat, con unos boletus deliciosos que recogieron hace pocos días. El cojín acabará de decidir, pero parece que estamos motivados para probarlo.
Día 3
Artiga de Lin - Molières - Llanos del Hospital
Arrancamos bien pronto para evitar el calor en la subida hacia el Còth des Aranesi, valle paralelo al de Hòro, que nos dejará más cerca de nuestro objetivo. La estrategia nos sale bien, porque el sol no nos ataca hasta prácticamente llegar arriba y, de esta forma, nos ventilamos 1.000 metros de desnivel mucho más fácilmente de los que habíamos hecho el día anterior. Las vistas al Malh des Pois (La Forcanada), son verdaderamente espectaculares, y por el camino vamos conjeturando por donde subirán los trazados de los escaladores. ¡Tenemos claro que vamos a volver con el objetivo de sacar las cuerdas a pasear!
Una vez en el Còth des Aranesi, vemos el camino de vuelta al coche tan cerca que hasta parece tentador cogerlo. Pero la motivación sigue alta, así que nos encaramos hacia la Tuca de Molières y empezamos a trepar por un mar de roca, manchado por algunos neveros y pequeños lagos de un color azul tan transparente que casi parece imposible. A medida que vamos subiendo, los bloques se convierten en planchas macizas de granito y los lagos en pequeñas pozas y riachuelos que van correteando por entre la roca. Es un paisaje realmente distinto de lo que habíamos visto hasta el momento, como sacado de otro planeta, que nos deja completamente alucinados. Además, la inclinación de las planchas de roca invita a correr por ellas, algo que enseguida nos pasa factura. Poquito a poco, vamos ganándole metros al reloj, hasta coronar cima. Detrás nuestro, el Túnel de Vielha y delante las imponentes crestas de Salenques y Tempestades, con el Margalida en medio: otra más que está en la lista de muy pendientes.
Intentamos recontar todos los tres miles que vemos: Besiberris, Comaloforno, Punta Alta, Aneto, Maladetas, Margalida, Rusell, Tempestades, Alba… pero enseguida nos damos cuenta de que son demasiados. ¡Al fondo volvemos a ver la zona del Perdiguero y si empezamos a contar no acabaríamos jamás! Después de comer algo, arrancamos la bajada, primero con más cuidado y, a medida que llegamos a la roca más compacta, corriendo y saltando como niños pequeños. Hasta nos lanzamos a deslizar por los neveros que aún quedan sueltos, siempre vigilando que no haya huecos debajo y que la inclinación no sea peligrosa.
Una vez cerrado el círculo, nos queda la parte más pesada, llegar al coche. De momento, por suerte, los paisajes acompañan, y la bajada por el Barranc d’Escaleta hasta Aigualluts pasa relativamente rápido. Seguimos bajando hasta la Besurta, donde los turistas ya son más numerosos que los montañeros y, aunque la tentación de coger el bus está muy presente, decidimos seguir en autonomía hasta el vehículo. Son tres quilómetros pesadísimos, con tramos de asfalto de aquellos que te crujen todas las partes de los pies. Finalmente, tras este agónico final, llegamos sanos y salvos al coche. ¡Menuda aventura!